Estar bien informado sobre las finanzas parece un trabajo demasiado laborioso, pues se sobreponen muchos acontecimientos a la vez que pueden derivar en unas u otras consecuencias, incluso a veces contradictorias.
La manera menos compleja de definir las finanzas es la siguiente:
“Si las cosas van bien, las finanzas irán mejor, si las cosas van mal, las finanzas irán peor.”
Simple pero acertado.
Hoy en día un buen economista (uno de libro) estudia múltiples informes repletos de datos, estadísticas, gráficas, fórmulas imposibles... antes de tomar una decisión o realizar una expectativa de mercado. Pero lo gracioso de ello, es que casi todo es papel mojado, pues en los mercados no sólo interviene el factor capital y la deuda asociada, sino que hay otro factor que desmorona cualquier teoría aspirante a postulado, y éste es: el factor humano.
¿Por qué?
Pues porque se ha ido creando un sistema financiero tan complicado, que ni los mejores analistas son capaces de evaluarlo con certeza. Y los inversores que hay detrás, que en su mayoría no saben distinguir los intríngulis de una “call” y de una “put”(porqué lo que tienen es dinero y no conocimiento) y toman sus decisiones de la manera que consideran más audaz:
---Si mi vecino, que va cada día al supermercado, compra patatas “mckleyns” y dice que son las mejores del supermercado, será porqué son las mejores patatas del supermercado…---
Estudiar los factores clave, las causas, las repercusiones y demás sobre la economía, parece ser el arma de prevención frente a posibles situaciones que desemboquen en una crisis.
Pero lo cachondo del tema entonces es…
¿Por qué nadie ha sabido frenar una crisis de tal envergadura como la actual?
Pues porque vivimos aferrados al “cortoplacismo”, al dinero fácil.
El factor humano se encarga de “estupidizar” cualquier posible fundamento lógico…
Es decir, que la mayoría de las fluctuaciones económicas o financieras se basan en augurios, en tendencias, en expectativas, en especulaciones sean fundadas o infundadas de valor y éstas se encargan de generar confianza o desconfianza a un inversor para que remueva su dinero buscando el mayor beneficio en el menor tiempo posible.
Una pequeña historia servirá de ayuda para poner de manifiesto la estupidez del hombre y de los mercados:
“A un nuevo mercado llega un bien importado de otro lugar, pongamos un tulipán. Un tulipán es una flor bonita y de fácil producción siempre y cuando encontremos una tierra fértil y un clima adecuado para plantarlo, regarlo y hacerlo crecer. Una vez recolectado se podrá vender en el mercado como una flor de adorno, como un regalo, etc.
Así pues, como el tulipán parece ser un bien capaz de salir al mercado, una empresa decide iniciarse a producir tulipanes.
¿Pero a quien le puede interesar comprar tulipanes?
A nadie especialmente, son bonitos pero no parecen ser un producto lo suficientemente atractivo para enriquecerse velozmente. Aún así una empresa por tozudez, ilusión, disposición o necesidad se inicia en estas andanzas sin saber muy bien que le deparará el futuro.
Los inicios siempre son duros y la empresa pasa sin pena y sin gloria durante varios años, pero eso sí, los suficientes años para dar a conocer al mercado la existencia de los tulipanes y aventar a otros empresarios a fabricar tulipanes. No se trata de un negocio boyante, pero tampoco de un negocio arriesgado.
En los años siguientes surte un acontecimiento imprevisto, sin saber porqué, empiezan a brotar diferentes tipos de tulipanes. Muchos tulipanes no se habían visto nunca, crecen más altos, con mayor colorido, con diferentes tonalidades… y el tulipán empieza a llamar la atención de la gente y las floristerías empiezan a demandar más y más tulipanes… En poco tiempo el tulipán se ha puesto de moda.
El proceso por el cual el tulipán cambia de color es una especie de secreto. El color de la flor es aleatorio, nadie ni siquiera el productor puede controlar de qué color será un tulipán hasta que no florezca, con lo que ciertos tulipanes con ciertos colores empiezan a estar mejor cotizados que otros más comunes, eso conlleva que el precio de la flor comience a subir paulatinamente.
Sin comerlo ni beberlo, todo el mundo ahora quiere un tulipán. Se generan de forma espontanea nuevas empresas que cultivan y venden tulipanes (los inversores lo ven un gran negocio) ello contribuye a que se vendan muchos más tulipanes y a que la oferta se expanda para cubrir la demanda.
En poco tiempo el tulipán se consolida en el mercado como un símbolo de ostentación y poderío económico entre la alta sociedad, todo el mundo quiere tener uno y a poder ser lo más estrambótico posible.
Con tanta demanda, el mercado de los tulipanes empieza a descontrolarse, incrementando sus precios de forma brusca e inesperada. Como todo el mundo quiere un tulipán empiezan a haber miles de transacciones al día demandando flores.
Quien no puede comprar un tulipán con sus ingresos, empieza a endeudarse para comprar un tulipán ¿Por qué? Pues porque al día siguiente el valor del tulipán se prevé que seguirá incrementando y podrá vender el tulipán por un precio mayor al que lo adquirió, embolsándose así un beneficio.
Este juego de escalada de precios junto con la capacidad de endeudarse de los poco potentados, contribuye a que una masa de población que no podía adquirir tulipanes los quiera y pueda adquirir, calentando aún más el precio del tulipán.
La locura empieza a ser evidente, el tulipán empieza a ser un bien escaso y su precio crece de forma exponencial llegando a valer 200 veces más de su precio real o inicial.
Al haber tantas transacciones en el mercado se llega a la necesidad de crear un bono. El bono sustituye a un teórico tulipán que está plantado en algún campo cerca de cultivo. Un tulipán que ni el comprador ni el vendedor han visto en su vida.
Entonces se desata la imaginación, se cambian tulipanes (bonos) por casas, por granjas, por campos de cultivo. El negocio del tulipán parece no tener fin, pues deja unos rendimientos al inversor de casi el 500%. Toda la alta sociedad deposita fortunas en tulipanes, con la intención de retenerlos poco tiempo y poderlos vender más caros, esto se convierte en sinónimo de riqueza instantánea.
De repente, otro acontecimiento genera expectación, una gran epidemia arrasa con la población, una especie de gripe A (pero de verdad, no la de los medios de comunicación), deja casi sin mano de obra los campos de cultivo de tulipán.
La reacción es evidente, el precio del tulipán se dispara hasta límites insospechados, la gente hipoteca sus vidas si hace falta para comprar, ofrece trabajar 15 años gratis a cambio de algunos tulipanes, ello conlleva que el precio del tulipán siga aumentando.
Hasta que un día, el precio del tulipán está tan inflado, que se realiza una transacción por un precio elevadísimo y nadie en todo el mercado se atreve a comprar a ese precio, es desorbitado, mucha gente ya no puede acceder a ese precio, entonces… sucumbe el pánico…
…EXPLOTA LA BURBUJA DEL TULIPÁN.”
Ese día existió, fué el 5 de febrero de 1637 en Holanda. El fin de la “Tulipomanía”.
El 6 de febrero medio kilo de tulipanes salían a la venta por un precio inicial de 1.250 florines y nadie pujó por ellos. Las voces más críticas se hicieron escuchar clamando por el absurdo precio que habían alcanzado aquellas flores que tan solo florecían dos semanas al año: el mercado había reventado.
La psicosis colectiva ordenó a todo el mundo a vender y vender, pero no existía ni un solo comprador dispuesto a desembolsar las fortunas que se habían pedido hasta ese día. Para la gran mayoría de los inversores ya era demasiado tarde para bajarse del tren: el precio de los tulipanes caía de forma brutal. Casas hipotecadas, créditos salvajes a largos años a cambio de unas flores que en esos momentos no valían nada. A los pocos días los pequeños inversores habían entrado en quiebra perdiendo todas sus posesiones. A la semana grandes familias estaban en bancarrota y a las pocas semanas Holanda entraba en quiebra. Los ayuntamientos ordenaban leyes que anulaban las deudas contraídas por los inversores y los juzgados se colapsaban de acreedores, pero para la mayoría ya era demasiado tarde.
El récord de venta lo ostentó el tulipán de la foto, el “Semper Augustus”: 6.000 florines por un solo bulbo.
Los primeros tulipanes llegaron a Holanda provenientes de Turquía en 1559 y se expandieron por Holanda dadas las buenas condiciones de cultivo. Los dos acontecimientos que elevaron el precio fueron:
- El proceso por el cual el tulipán cambiaba de color. Entonces era un secreto para los agricultores (hoy se sabe que ese proceso se debía al virus inoculado por el pulgón a la planta).
- La peste bubónica en 1636.
Esta historia que sucedió hace casi 400 años, se sigue repitiendo de forma habitual en los mercados de hoy en día.
En cualquier mercado desequilibrado en el que exista un bien con más demanda que oferta, el dinero de los inversores es abducido por culpa de la codicia de sacar rendimiento a toda costa en el menor tiempo posible, creando burbujas que enriquecen a los ricos y que cuando explotan empobrecen a los pobres.
Sirve de ejemplo el petróleo, el oro, la vivienda, el diamante, el propio dinero, las acciones de determinadas empresas, la deuda de otras empresas, etc…
Y si no hay producto a la vista, nos lo inventamos, creamos algún producto ficticio como un fondo estructurado, en que ni siquiera sabemos que hay y lo sacamos a un mercado ficticio para que inversores lo compren y lo vendan.
Cualquier cosa sirve para hacer florecer un mercado y especular con él y para muestra un tulipán.
¿No será hora ya de ir cambiando de hábitos?